Enhorabuena Antonio por este magnifico Pregón.
Pregón de Navidad 2013
D. Antonio Panadero Fernández
DEDICATORIA
A MIS PADRES,
POR EL DON PRECIOSO DE LA FE , QUE PIDIERON A LA IGLESIA PARA MÍ, EL
MISMO DÍA DE MI NACIMIENTO, EN EL QUE RECIBÍ EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO,
NACIENDO TAMBIÉN A LA VIDA
ETERNA Y ENTRANDO A FORMAR PARTE DE LA FAMILIA DE DIOS.
A MI MUJER Y A MI HIJO,
QUE SON EL SENTIDO DE MI
EXISTENCIA Y LA ALEGRÍA DE
MI CORAZÓN.
Con tu venia Señora,
vengo Madre Inmaculada,
Con el bien de pregonar,
Lo que los ángeles
anunciaran.
Con la venia de mi Dios,
Cristo vivo en el Sagrario,
Traigo un mensaje de paz
Para el hombre en desagravio.
Pastores en aquella región,
velaban vigilando por las noches sus rebaños. Entonces, un ángel del Señor se
presentó ante ellos y la gloria de Dios los rodeó de resplandor.
Sobresaltados con gran temor
el ángel los tranquilizó diciendo:
“No temáis, porque os doy una
Buena Nueva,
que será de gran gozo para
todo el pueblo:
Hoy, en Belén, en la ciudad
de David, os ha nacido un Salvador,
que es Cristo, el Señor.
Y esto os servirá de señal:
Hallaréis al niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre”.
Y aconteció que, cuando los
ángeles se fueron, los pastores se decían unos a otros:
“Vayamos ahora mismo hasta
Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor, nos ha dado a conocer”.
Fueron de prisa, y hallaron a
José, a María y al niño acostado en el pesebre. Al verle, dieron a
conocer, lo que les había sido dicho acerca de este niño y volvieron,
glorificando y alabando a Dios, por todo lo que habían visto y oído. Todos los
que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les dijeron; pero María,
María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Hoy, mas de 2000 años
después, ese anuncio a los pastores que San Lucas nos narra, vuelve a
repetirse. Mas de 2000 años después, los pastores siguen llevando sus vidas a
pastar, al raso de este humilde cielo carolinense. Nuevamente, se nos anuncia
la llegada del Salvador.
En una sociedad que intenta
eclipsar el nacimiento de Cristo, adornando esta festividad de consumismo y “nuevas
tradiciones”, ante una vida que se vuelve egoísta, derrochando los caudales en
cosas insignificantes. Pues aquí, entre nosotros, Dios esta buscando posada.
Vengo uniendo mi voz, a la
voz de los profetas, que durante siglos preparaba al pueblo de Israel, para la
llegada del Mesías. Mi voz, viene a unirse a los coros de los ángeles y vengo a
traeros la Buena Nueva
de la Natividad. Hoy ,
vengo para pregonarte, carolinense, que la gran señal esperada, ya ha llegado,
que Dios, viene a nacer entre nosotros.
“ Mirad que la Virgen esta encinta, y dará
a luz a un niño,
al que pondrá por nombre
Enmanuel”
Los profetas, ya advertían
que “tú, Belén de Judá, de ningún modo eres las menor de las ciudades”. Pues de
la misma manera, me asomo yo a este atril del adviento, para anunciarte a tí, La Carolina , que de ningún
modo tú eres la menor de las ciudades, que el olivo besa y el Carmelo abraza.
Por muchas que sean tus desdichas, tus quebrantos y soledades, Dios pone en tí
los ojos, para que de tí nazca un Gran Rey. María y José, ya deambulan por tus
calles en busca de posada.
Rvd. D. Carmelo Lara Mercado, párroco de San Juan de la Cruz y Arcipreste de La Carolina , Excelentísimo
Señor Alcalde y demás miembros de la Corporación Municipal ,
Sra. Presidenta de la
Agrupación de Cofradías, Hermano Mayor de la Cofradía de San Juan
Evangelista, miembros de las Juntas de Gobierno de las diferentes
Cofradías y Hermandades de La
Carolina , queridos cofrades, familia, amigos todos.
Antes de comenzar, debo
mostrar mi agradecimiento más sincero a la Cofradía de San Juan Evangelista y
a su Junta, que tan acertadamente la presiden. A aquellos, que en un
alarde de generosidad, y de cierto amor por el riesgo, han tenido a bien en
invitarme a exaltar la Navidad ,
a pregonar la Navidad ,
como forma sincera, sin duda, de exaltar, de echar hacia afuera, o
sencillamente, de ventilar los sentimientos, muchas veces indescriptibles, que
en mi alma produce la vida en esta ciudad nuestra carmelitana.
Y como dicen que sólo con
amor, al amor se paga. Yo intentaré pagaros con mi amor, este amor que me
habéis dado, nombrándome pregonero de la Navidad.
Igualmente agradezco a mi
maestro, a mi compañero, a mi buen amigo Fernando, sus emotivas y gratas
palabras de presentación. No obstante, si la gran amistad que nos une, le
hubiera hecho sobrevalorar mis capacidades, les ruego que se lo disculpen, pues
habrá sido solo producto de su afecto y buena voluntad, que bien sabe que es un
sentimiento recíproco.
Sin embargo, la sinceridad,
me obliga a decir, que muchas dudas se me presentaron en los cinco minutos que
trascurrieron, desde vuestra propuesta y mi respuesta. Muchas dudas para
aceptarlo, debido, principalmente, al poco tiempo que me han concedido para
prepararlo. Aunque no debo más que mostrar mi agradecimiento, pues esto ha
supuesto una nueva experiencia, que en mi vida personal, solo hace enriquecer.
Pero heme aquí, comprometido
con ustedes, para ser yo el que haga con mis palabras, lo que vosotros hacéis
con vuestro testimonio y con vuestra dedicación, a representar el misterio de
Belén.
En consecuencia, espero no
defraudar, ni la confianza depositada en mí por los primeros, ni las
expectativas que haya podido generar en ustedes el segundo, ya que el ponerme a
hablarles aquí esta noche, supone para mi un gesto de mucha responsabilidad.
Pues para mí, un pregón no es una charla
o una conferencia, sino que debe llevar un trasfondo de fe, de base
catequética, un mensaje concienzudamente pensado para el corazón de cada uno de
los que nos reunimos aquí esta noche, y como no, un sentimiento social que
enlace con el hombre de hoy en día.
El Pregón, pertenece al
género literario de la
Oratoria , como evidencia su primer testimonio, manifestado
por el profeta Isaías, que en el capítulo 62, versículo 11 dice: “He
aquí que el Señor ha mandado echar este pregón hasta las extremidades del
mundo”. Ya, San Pablo en su 1ª carta a los corintios (1,23), se
llama así mismo pregonero. Vemos, pues, que el concepto de pregón y pregonero
está plasmado en la propia Biblia.
Deducimos pues, que el
manifiesto festivo de la
Navidad , el pregón navideño, rito heredado de la antigua
liturgia romana, tiene su importancia a la hora de dar expresividad a la
celebración de esta fiesta.
En cualquier caso, los fallos
y deficiencias que pudieran darse en la exposición, solo deben imputarse a las
limitaciones del que ahora les habla, cuya tarea no es fácil, a la vista del
magnífico y aleccionador pregón con el que, D. Carmelo, nos obsequió el pasado
año.
Comprenderán ustedes, amigos
míos, que compartir la exaltación navideña con vosotros, es un alto honor y
mayor orgullo, sobre todo, por compartir reflexiones y sentimientos sobre la Navidad , las Pascuas, un
tiempo del año que es, a la vez, íntimo y exultante; piadoso y festivo;
reflexivo y generoso; espiritual y mundano, en definitiva. Un tiempo del año en
el que, por esas mismas características y actitudes, nos permite, nos obliga a
ser lo que somos, más humanos, más partícipes de una sola familia, la familia
de la humanidad entera.
Hoy la Navidad se nos anuncia con
la música de los villancicos y el tañido de las campanas. Difícil mantenerse
sordo ante esa multiplicada y sonora llamada, al amor que nos viene cada año.
Pero también es cierto aquello que dice el refrán:
“¡no hay peor sordo, que el
que no quiere oír!”.
Nadie, pues, mejor que tú,
mujer: hija, madre, hermana, esposa, para comprender lo que celebramos en
Navidad, para comprender y transmitir el Misterio de la Navidad. Nadie
entiende como tú, mujer, los dolores de parto, la nueva vida que se abre paso,
la esperanza y el llanto. Nadie comprende mejor que tú, mujer, el milagro de la
vida. Por eso, generación tras generación, han sido las mujeres las que nos han
cantado y contado la
Navidad. Sólo ellas siguen llorando, cuando ven a María en
aquel establo. Sólo ellas tiemblan de alegría, ante tanto amor, … que provoca
espanto.
Todos tenemos nuestro canto
íntimo de la Navidad. Ese ,
que nos emociona en silencio cuando afloran los sentimientos, cuando se reviven
en el corazón los recuerdos de los que nos precedieron, y cuando ensanchan
nuestra alma, la ilusión y la esperanza de volver a revivir las mismas
emociones, y el mismo estremecimiento con los que, a lo largo de nuestra vida,
las nuevas familias que se forman, los hijos que nacen y los nuevos amigos,
llegan ampliando casi hasta la eternidad del recuerdo, nuestra cadena de
emociones, de cariño y de humanidad.
Es
fundamental el papel que los cristianos debemos desempeñar, ante el asalto de
los nuevos tiempos, que intentan, apoyados fundamentalmente en el comercio y en
la vistosidad de sus símbolos, homogeneizar, igualar las costumbres navideñas,
convirtiéndolas en globales y elevándolas por encima del propio hecho
cristiano, para convertirlas, en una especie de denominador común, no de la
noche más larga, sino de la
Navidad precisamente, tanto desde la fe como desde la
incredulidad.
No
saben, sin embargo, que Dios, hecho hombre, vino a manifestarse en el más
preciso de los múltiples símbolos del tiempo. En el día del año, en el que se
sale de la noche más larga, el solsticio, siendo la noche precisamente, la
alegoría más rotunda y el significado más trascendente de la noche de los
tiempos, de los tiempos remotos e imprecisos, en los que el ser humano vagó,
perdido y desorientado, sin saber siquiera quién era, ni adónde iba o a qué
debía su propia existencia.
Es, por tanto, digno del
mayor elogio que, un grupo de carolinenses, dediquen tantos esfuerzos para
realzar los símbolos, el significado y los modos de hacer presente, en nuestros
días, el hecho del Nacimiento de Jesús de Nazaret, de Jesucristo. Es de
agradecer, el buen hacer que desempeñáis en la defensa y divulgación de las
tradiciones ligadas a la Natividad
de Nuestro Señor. Es decir, el comienzo de la gran campaña de dignidad,
redención y salvación para el ser humano, que empieza en Nazaret y salta,
como gran proclamación, en Belén de Judá, en el humilde y sencillo
portal de Belén, en una conjunción de coros de ángeles, reyes y pastores, que,
durante veinte siglos, ya son emblema y protagonistas del mensaje y de la
proclamación de la dignidad y la grandeza del ser humano, y de la redención de
la humanidad, desde la noche perdida e imprecisa de los tiempos.
Por lo que, no hay más
remedio que acordar con don José Ortega y Gasset, el filósofo español,
cuando escribía que,
“Si Dios se ha hecho hombre,
ser hombre es la cosa más
grande que se pueda ser”.
Esta es la clave de la Navidad. Pero el
hombre, aún, no lo sabía.
Es por ello que, en estas
fechas que corren, todos nos manifestamos colectiva y personalmente con
fórmulas expresivas, como en ninguna otra época del año. Desde el exorno de
nuestras calles y tiendas; de nuestros hogares; del Belén; del árbol de
Navidad; de las luces de colores. Desde lo natural y lo artificial, a la
vivencia familiar; al sabor y olor de nuestras cocinas; de nuestras mesas y a
la expresividad de nuestras felicitaciones. Todo es especial y únicamente
emotivo y expresivo, de unos sentimientos que afloran en los corazones de todos
los hombres de buena voluntad, donde quiera que estén. En definitiva, un tiempo
del año, el único, en el que ser humano, se siente parte de una sola familia.
El fondo de todo, sin duda,
con fe o sin ella, es que comienza el tiempo del año que, para el mundo de
cultura cristiana, marca el fin de un año de peregrinación por la vida, y el
comienzo de una nueva andadura para todo el año. Es tiempo, pues, de intimidad;
de nostalgia; de análisis y de solidaridad por una parte, y de alegría y
esperanza por otra.
No obstante, yo
quisiera trasmitirles una Navidad en la cual no se recuerda, sino se revive el
nacimiento de Cristo. Una Navidad, en la que María y José, seguirán buscando un
establo donde refugiarse.
¡Ojala, esta
llegada del Niño, nos ayude a renovar nuestro compromiso de cristianos,
convirtiéndonos no solo en seguidores de Jesús, sino en fieles imitadores de su
vida!.
He comenzado el
pregón con el texto de San Lucas, en el que los ángeles anuncian a los
pastores el nacimiento del Mesías. Y al igual que aquellos pastores, el pueblo
de La Carolina ,
pasa las noches al raso, guardando y velando por lo que tienen: sus familias,
sus trabajos, sus esperanzas. Y en medio de esa oscura noche, un ángel viene a
anunciar la Buena
Nueva.
En un pobre
establo, en una pobre situación, en el más desconcertante de los escenarios,
donde nadie pensaba que podría ocurrir, en mi casa, en la tuya, en la que tan
mal lo están pasando, en la casa del pobre, allí, viene a nacernos la Nueva Vida.
Dios, desciende
hasta nosotros, por esa escalera de plata que es María. Se coloca a
nuestro lado, se hace carne, carne rosada y tierna de bebe recién nacido, carne
humana, que sangrará hasta la extenuación, en el madero de la cruz.
¡No podemos seguir cerrando
nuestras posadas e impedir que venga a nosotros!. Hay mucha puerta que se
cierra al parto de María. Hay mucho cristiano empecinado, en no dejar entrar en
su posada, al Dios de los pobres.
Jesús viene a nacer a la casa
de los Carolinenses que pasan necesidad. El paro, está convirtiendo a muchas
familias en desesperados padres que, como María y José, buscan cobijo, y lo que
hallan son puertas, … y puertas cerradas.
Según cuenta el
Evangelio, Jesús de Nazaret nació en una cueva habilitada como establo. Su cuna
fue un pesebre. Nació solamente rodeado de María, José y unos animales
domésticos que ayudaban a mantener el calor. Nació sin comadrona, sin anestesia
epidural, sin asepsia, sin vídeos ni fotos.
Estoy seguro,
que esos padres primerizos, con su angustia, no disfrutaron del momento y, ni
siquiera, llegaron a ver a esos ángeles que describe San Lucas.
Sin embargo,
allí nació la Esperanza.
Precisamente en medio de la noche, en medio de la oscuridad,
como nos dice la Palabra
de Dios, irrumpió en la humanidad y ya, para siempre, la gran luz de
Jesucristo, con su humilde y gloriosa Natividad.
La luz de
Cristo es la única luz verdadera que alumbra y salva al mundo de ayer, hoy y
siempre. Y en esta hora de crisis, que no solo no cesa, sino que agranda y
proyecta negras sombras sobre nuestros horizontes, es más necesario que nunca,
reencontrar esa luz, esa salvación.
Para nosotros, lo que cuenta
es la alegría de compartir con los demás, sin la cual, este tiempo no dice nada
a nuestro corazón. Porque no son los regalos, ni los adornos, ni los manjares,
ni la nieve, los que traducen el mensaje del Niño Dios.
No me podrán negar, que desde
que nos levantamos y salimos a la calle, notamos que algo distinto está
pasando. Hasta el sol mañanero es diferente, es suave y no quema, y deja que el
frío tome protagonismo, refrescando nuestra cara.
Estoy seguro, de que si a
cualquiera de los presentes nos pidieran en este momento plasmar en un folio, y
brevemente, nuestras vivencias personales de Navidad, la mayor parte de ese
breve texto contendría nuestros recuerdos de la infancia, con preferencia sobre
cualesquiera otros, y, entre ellos, estarían la celebración de las fiestas con
nuestra familia y amigos; pero sobre todo, con nuestra familia.
El que les habla recuerda
perfectamente, cómo de niños nuestras madres nos ponían esos gorritos de lana y
nos decían: “¡abrígate, que ya estamos en diciembre y hace frío!”, y
nosotros le dábamos nuestras pequeñas manos, para que nos colocara esos
guantes, que poco nos durarían, pero que, con tanta paciencia, ella separaba
nuestros pequeños dedos, para que cada uno fuera en su lugar.
Recuerdo que nos parábamos a
oler ese aire frío, y nos traía olor a leña de pan recién hecho, a chimenea y,
sin querer, nos viene al recuerdo nuestro antiguo barrio, siempre con ese
característico olor que nunca olvidaremos.
Panadero de siempre, llamando
a las puertas dejándonos nuestro pan, porque sin él, no había comida, porque
era, nuestro pan de cada día.
Luego nos íbamos al colegio,
que en esos días, también era especial. Desde que entrábamos, sabíamos que era
Navidad. Nuestro amigo, corría a saludarnos con un abrazo, porque nuestra “seño”,
nos había dicho que era época de amor y ahí no cabían las peleas.
Todos sonreíamos esos “¡Buenos
días!” vestidos de pastores, con unos pantalones viejos y un chaleco de
lana, que nuestra abuela, con tanta dedicación, nos había tejido porque, ese
día, cantábamos villancicos en el colegio. ¡Qué emocionante era ir al
cole!. ¡Venían los Reyes Magos a visitarnos!.
Un rey Melchor con la
barba amarillenta, un Gaspar con la corona torcida y un Baltasar
con parchajos en la cara; pero que, para nosotros, eran nuestros ¡Reyes amados, los únicos,
los de Oriente, los de verdad!.
Recuerdo la espera de las
vacaciones escolares, que parecía que no llegaban nunca. La lotería de Navidad
reavivaba nuestros sueños. “¡Una gran suerte nos espera en Navidad!”, –nos
decían-, pero quizás, la verdadera suerte, es tener salud, trabajo, personas
queridas y un compromiso solidario.
Recuerdo el ajetreo y el
trajín de las casas, preparando nuestras reuniones familiares en las que,
quizás no habían grandes manjares en la mesa, que tampoco eran necesarios, ya
que la gran dignidad de esa noche, la
ponía sobre los platos, la unidad familiar.
Ajetreo que no venía de la precipitación, sino de la ligereza del
corazón, que se hace libre y puede escuchar y conducirnos hasta Dios.
La luz de una vela sobre la
mesa, hacía presente a Cristo entre nosotros. La cordialidad, el intercambio de
anécdotas, las risas, el villancico de todos los años, la parodia de todos los
años y la botella de anís, la misma de todos los años, que parecía no acabarse
nunca. Y todo entorno a ellos, los abuelos. Ellos eran los
protagonistas. Presidían grandes mesas en las que todo estaba sabroso, todo era
perfecto, porque gastaban todos sus “ahorrillos” para que en esa mágica noche,
no faltara de nada.
Era, sin duda, la noche más
ajetreada. No cesaba de sonar la puerta. ¡“Abrid, serán los
niños pidiendo el aguinaldo. Venga, pasad, que entre todos cantamos”!. Y
allí, en esa pequeña y antigua casa, todos cabíamos. Sonaban villancicos de los
de siempre, esos que iban de generación en generación. Aquellos, que te sacan
una lágrima al escucharlos porque, en cierta manera, nos trasladaban a esa
casa, a esa noche, al calor de nuestros abuelos. ¡Qué hermoso es
recordarlo!. Porque esa Navidad que de niño viví … era mágica, … era
feliz.
Recuerdo que tras la cena,
acudíamos a nuestras parroquias a la celebración de la Misa del Gallo.
La misa de media noche, abría las puertas de los templos a muchas familias, que
normalmente no iban a la
Iglesia. Pero esa noche era algo especial, acudían junto a
sus familias, aunque también había muchos que acudían solos, a buscar, la única
compañía que tendrían en la
Nochebuena.
Es triste recordar esos años
de rondallas, cantos pidiendo aguinaldos, y de festejos familiares, donde no
existían diferencias entre los más viejos, y los que despuntaban la mayoría de
edad.
La fiesta de la Navidad es para la
familia, para los seres queridos, para el hogar. Es el día de la guitarra, la
zambomba y pandereta; día del aguardiente, el alfajor y el polvorón.
¡No permitamos que esto se pierda!
También quiero recordar las
bromas que marcan uno de los días mas trágicos de la vida de Jesús. Los Santos
Inocentes, la muerte de los inocentes. Porque en realidad, el día de los
inocentes, no tiene nada de gracia, si nos paramos a pensarlo. Imaginad el
corazón de María, al ver la sangre derramada por causa de su hijo.
Por ello, tengamos presente
en ese día, el de los santos inocentes, el próximo 28 de Diciembre, toda esa
sangre inocente que sigue siendo derramada, esas criaturas a las que no se las
permite ver la luz, esos niños que ven la muerte de la mano de sus propios
padres, esos inocentes que se convierten en muertos en vida, por culpa de la
mano de corruptores.
¡Es cierto!, la Navidad nos pone la
sensibilidad a flor de piel. En estos días, nos afloran los mejores
recuerdos de nuestra vida, provocándonos sentimientos encontrados de
felicidad y melancolía.
Como cuando nuestros pies se
paran frente a un árbol de navidad y no podemos evitar ver en él, el antiguo
árbol de nuestra casa, cuando estábamos todos y no estaba permitido que nadie
faltara. Cada uno de mis hermanos ponía una figura en sus ilusionadas e impacientes
manos, y mamá y papá, se encargaban de colocar en ese árbol tan especial, lleno
de luces de colores y guirnaldas relucientes, que hacían que nuestros pequeños
corazones saltaran de emoción.
No obstante, los
recuerdos,
como las velas, pueden llegar a brillar más que la Navidad. ¡No lo
permitamos!. Este año, seamos optimistas y hagamos revivir esos buenos
momentos a las nuevas generaciones.
Muchos ya son los
que nos faltan, muchos nos han ido dejando sillas vacías en torno a la mesa. De
hecho, y aunque sé que no debiera, dejad que os confiese, que con el paso del
tiempo, yo mismo también perdí la ilusión. Mi casa estuvo vacía, el luto, nos
dejó prácticamente sin Navidad, sin luz, sin brillo, sin emoción. Una etapa
donde me quedé en el pasado, en aquel antiguo árbol. Porque en mi vida hubo un
enorme y doloroso hueco, que minó mi
humano y débil corazón.
Pero la estrella de Oriente
me iluminó al igual que hiciera con los tres Reyes Magos, y mi hogar, volvió a
brillar como brilló en aquel tiempo ese humilde portal. Y fue con la llegada de
mi hijo, con la sonrisa más pura y maravillosa que he conocido. Ahora
son sus pequeñas y emocionadas manos las que me ayudan a poner ese árbol tan
especial y es él, el que me levanta sus bracitos para que lo cargue y, juntos,
pongamos esa estrella en los más alto.
Estos son los más hermosos
recuerdos. Recuerdos, que me gustaría que quedasen grabados en vuestra memoria
y nunca mueran, porque alguien dijo:
“Nunca nadie llega a morir
del todo,
mientras por alguien sea
recordado.”
Seamos, pues, portadores de
esa llama de la Navidad
que, en ocasiones, peligra apagarse. Convirtamos nuestros hogares en establos
donde, todo el que llegue, encuentre cobijo: familiares, amigos, y amigos de
los amigos. Permitamos que, al menos, unos días al año, nuestras casas
desprendan esa luz de fraternidad, de la que tanto escasea el mundo.
Pero la Navidad es alegre por
definición y, desde hace siglos, va acompañada del Nacimiento. Fue Francisco
de Asís, en 1223 quien “montó” el primer Belén en la aldea de Greccio con
personajes vivos, y la tradición de los Nacimientos se extendió por toda
Italia. En España es introducido por la orden franciscana en el siglo
XV. Aunque fue Carlos III quien impulsó la extensión del arte del
belenismo en nuestro país, llegando a contar en sus “belenes palaciegos”, con
más de 6.000 figuras de los mejores imagineros de la época.
Así, cuando
contemplamos un belén, podemos fortalecer nuestra fe en Jesús que es, como Él
dijo de sí mismo, “el Pan de Vida”. Cada belén nos ha de ayudar a
valorar el gran don de la
Eucaristía , y de cada Misa.
Este año, mientras
colocábamos las figuritas del Belén, que es el mejor catecismo que podemos dar
a nuestros hijos, traté de identificar cada una de ellas con uno de los Valores que tanto necesita nuestra
sociedad. Valores que se han ido perdiendo, valores que debemos recuperar.
• Me encanta San José. Nunca sonríe, quizás porque
está asustado, como padre primerizo y agobiado por las circunstancias del
embarazo y del parto. Siempre está en segundo plano. Para mí, podría
representar la responsabilidad, la humildad y también la tolerancia.
• El labrador simbolizaría
la entrega y la superación.
• El Rey Herodes representaría
la envidia, la crueldad, la mentira.
• El soldado,
por contra: la disciplina, el autodominio y la obediencia.
• Los pastores podrían representar:
la sencillez y la libertad.
• Los posaderos: la falta de caridad
y amor al prójimo.
• Los Reyes Magos simbolizan: bondad y sinceridad.
• Los pajes: fidelidad y lealtad.
• El arriero simbolizaría: sacrificio.
• La mujer del cántaro: la prudencia.
• El zapatero: la convivencia y la cordialidad.
• El cantero: la sobriedad y la constancia.
• El alfarero: la honestidad.
• El herrero: la objetividad.
• Las lavanderas: la amistad.
• El río del Belén simboliza: la alegría.
• La fuente del agua: la gratitud.
• Las aguadoras del pozo: la espontaneidad.
• El puente: la solidaridad.
• El pescador representaría: la paciencia y la serenidad.
• El leñador:
la fuerza de voluntad.
• El taller de Nazaret : esfuerzo, respeto y comprensión.
• El Ángel simbolizaría: la PAZ.
• La Virgen María : el AMOR.
Y el pesebre. ¿Qué
simboliza el pesebre?. Aquí deberíamos pararnos un poco más. Yo, al mirarlo,
diría que simboliza la vida, el inicio, el principio; pero también, fijaros,
podía llevar una cadena que nos condujera hasta el fin. Porque de madera era el
pesebre, al igual que la cruz, que a Jesús dio muerte.
Y yo, al mirarlo, al
observarlo, pienso que no fue casualidad, que todo estaba escrito y que Él
quiso que así fuera.
“Y cómo me gustaría ser
humilde astilla de madera
como de la que estaba hecha
el pesebre,
que al más bello Niño cobijo le diera.
Y luego, al hacerte hombre en
una cruz de madera
también estaría junto a Tí,
en tu agonizante y dura
espera.
Porque estaba escrito, y así
debió ser
que una cruz de madera te
diera muerte pasajera
y un pesebre, de Niño te
acunara al nacer.
Las dos de la misma madera,
madera divina y bendita
que María en un tiempo miró
con ternura
y luego con lágrimas se
volviera maldita.
Tú, madera, ¿quién te lo iba
a decir?,
todas las rodillas ante tí se
inclinan,
hace tiempo como un pesebre
y ante una cruz se postrarán
por siempre.
Porque acunaste un Tesoro,
Hijo de Dios latente
y con su divina sangre fuiste
bautizada
tú, cruz, que le diste
muerte.
Y todas las generaciones,
pesebre, te cantan
y todas las generaciones,
cruz, te rezan
porque al lado estuviste de
Cristo,
desde el inicio hasta el fin, su cobijo y su
compañera”
La luz de oriente,
despide la Navidad
dejando sobre nosotros sus sorpresas. Melchor, Gaspar y Baltasar, vienen
a manifestar al mundo que Dios se ha hecho hombre, es la Epifanía del
Señor.
Es el día de la ilusión,
el día de los niños y de los no tan niños. Para el que os habla, es de los días
más hermosos. Los Reyes Magos regalan la voluntad de darnos a los demás.
Queridos niños, ¡los Reyes Magos existen, es imposible que, tal como
están las cosas, los padres sean capaces de regalar tanta alegría!.
Y con el sueño de esa
noche mágica, les hago llegar mi felicitación, y así es como quiero acabar el “Pregón
de la Navidad ”
de este año.
Que, aunque siempre se
quedan cosas e ideas en el tintero, mejor es hacerlo ligero y digerible, que no
pesado e indigesto. Por mi parte, he puesto la mejor voluntad al escribirlo y
leerlo, pero si en algo, os parece que me he equivocado, pido vuestra
indulgencia, así como el perdón, por haber abusado de la paciencia de todos los
presentes.
Mi agradecimiento, de
nuevo a la Cofradía ,
por haber confiado en mis parcos conocimientos en cuestión de pregones, y a todos
vosotros por haberme escuchado. Y, como no, también a mi mujer
quisiera agradecer, ya que sin su comprensión ante mis ausencias y su paciencia
ante mis presencias, nunca podría llevar a cabo todas las tareas en las que
estoy inmerso.
Pidamos a Dios que nos dé el
impulso, como lo hizo con los pastores y “Vayamos a Belén”. Pongámonos
en marcha hacia la verdad de Dios que espera en nuestro interior, que quiere
nacer en nosotros. Convirtámonos en pastores, a fin de escuchar la voz del
ángel que anuncia hoy la alegría de Dios. Aceptemos la invitación a buscar el
camino, a ir a reconocer al niño que nacerá sobre nuestro altar, para traer al
mundo, la gloria de Dios como paz de los hombres. Pidamos a Dios, pues, que nos
haga capaces de ponernos en marcha, para que también a nosotros, se nos dé la
gran alegría que está reservada a todo el pueblo, de que nos ha nacido el
Salvador, Cristo, el Señor.
Os deseo que el espíritu de
Belén, permanezca en todos nosotros durante todo el año, una vez que hayamos
guardado cuidadosamente, las figuras del Belén.
Disfrutad de cada minuto de esta Navidad. Disfrutad de los sentimientos,
incluso de las lágrimas que puedan surgir sin control, desde lo más profundo
del alma.
Queridos Reyes Magos,
Mi carta hoy os hago
presente,
Pidiendo sonrisas de niños,
Y trabajo “pa” mi gente.
Traed un cargamento de fe,
Que tanto se necesita,
Traed veinte sacos de amor,
Y otros tantos de alegría.
Va una estrella cruzando los
cielos.
atravesando nuestra sierra,
Va guiando los senderos,
Que vienen a parar a La Peñuela.
Con olor a la canela,
Dejando una estela al limón,
Venid cargados de juguetes,
Y poquito, poquito carbón
Que los niños de mi pueblo,
Han sido buenos este año,
que han dejado turrón y
galletas,
justo al ladito del árbol.
Agua para los camellos,
Y paja por si hambriento
están,
Antes de dormir pondremos,
A los Reyes en el portal.
Van los Reyes cruzando los
mares,
Esperando que se duerma el
sol,
Para ir por la calles
carolinenses,
Repartiendo sonrisas e
ilusión.
Un reguero de caramelos,
Desde los pies de la cama,
Marca el camino más dulce,
De risas e ilusión desatada.
Noche de desvelos nocturnos,
De hormigueo en la barriga,
No olvidemos colocar,
En la ventana las zapatillas.
Que un cielo nuevo nos viene,
Regalándonos esperanzas,
Que una estrella nos regala,
Ilusión y fe en el mañana.
Con la mirada de un niño,
Así queremos mirar,
Con la inocencia confiada,
En que todo esto cambiará.
Venid Reyes Magos de Oriente,
venid a este humilde portal,
venid que los niños ya
duermen,
esperando el despertar.
La noche ya cubre las calles,
Mientras la estrella pasea,
Deambulando por todas las
casas,
Dejando el regalo que esperan.
Amanece el seis de Enero,
Amanece las sonrisas,
Se desenvuelven los besos,
Enredo de lazos y cintas.
Ojala que cada mañana,
De las que trae el año nuevo,
Sean mañanas de fiesta,
Como son las del seis de
Enero.
Que sean mañanas de abrazos,
De miradas puestas en
ilusiones,
Que el año entero sea Reyes,
En las casas de los pobres.
Contemplad esa estrella que
luce,
Sobre el portal de mi Dios,
Esa estrella que es camino,
y vereda de paz y perdón.
Deseo que esa misma estrella,
Reluzca en cada uno de ustedes,
Para que en todos nazca el
Niño,
Y para que todos seamos
pesebre.
He dicho. Muchas Gracias